jueves, 15 de abril de 2010

La Ciencia del Prana o la Vida misma: I parte

Por: Dr. Arnold Krumm Heller (V:.M:. Huiracocha)
¿Que es la vida?
Contestar a esa pregunta sería revelar el enigma de la Esfinge, dar una resolución definitiva y precisa a ese problema de sujo tan inabordable: significaría la anulación de todas las ciencias conocidas hasta hoy, con sus miras especulativas y el derrocamiento de todos los misterios de las religiones.
Lo que han hecho todas las escuelas hasta ahora y lo mismo que podemos hacer con nuestros sentidos e inteligencia limitadas, es estudiar las manifestaciones de esa vida en sus distintos aspectos y, sin género de duda, si interesante y provechoso ese estudio bajo el aspecto o sentido cósmico, mucho más debe interesarnos el funcionamiento vital en el cuerpo humano o sea en su sentido orgánico.
La ciencia, en general, define la vida de la siguiente manera: "Ser el conjunto de manifestaciones en el cuerpo o también, el cambio constante entre los elementos del organismo y el medio ambiente".
''Hipócrates", el padre de la medicina, en su "Escuela pneumática", (pneuma, de la raíz griega que significa aliento), da precisamente como fundamento a sus teorías, que la vida tomó su origen en el aliento, o en la respiración. Más adelante veremos hasta dónde tiene razón el sabio antiguo.
Después de él, Galeno, dos siglos después de Jesucristo haciendo hincapié en las mismas teorías, establece una escuela que señala la vida en una forma más metafísica. En el siglo XVII tomó cuerpo la idea de la vida era el resultado de las funciones fisiológicas y químicas; teoría que impera en gran parte hasta hoy bajo la bandera de las escuelas positivistas o bajo la forma que en el siglo XVIII implantaron los franceses diciendo que el vitalismo, fuerza vital o fuerza hipérmecánica, es el resultado de la acción física y química de las sustancias orgánicas.
Por otro lado, se ha hecho de moda, buscando giros a las apariencias de sabiduría, negar rotundamente esta misma fuerza vital.
La Biología nos enseña que la vida es el funcionamiento del protoplasma o sean los procesos químicos y físicos en el mismo protoplasma.
Expliquemos primero lo que es el Protoplasma. No creo necesario entrar en grandes detalles, el público inteligente que me escucha no oye por primera vez este término, sabemos que el plasma o sarcode es lo que señalan como base física de la vida; su estructura es muy variada y señalamos primero el Hyaloplasma en su forma transparente, el spongioplasma cuando es esponjado; después diferenciamos Ectoplasma cuando se divide de la estructura periférica del endoplasma. Sus componentes químicos son: oxígeno, hidrógeno, carbono, ázoe, silicio, calcio, fosfatos, sodio, hierro, etc.
Basta abrir una enciclopedia del año pasado para cerciorarse cómo aún los hombres de ciencia, discuten sobre la formación de ese enigma; pero su existencia es un hecho, sólo falta aclarar y ponerse de acuerdo sobre la intimidad de sus procesos químicos y físicos.
La ciencia que se ocupa de esa difícil labor, es la Biología, y esa Biología nos muestra los componentes señalados y pretende ver en ellos mismos, la vida.
Dije, señores, que la "Biología nos enseña"; pero desgraciadamente como veis, en Biología pasa como en las otras ciencias: oscuridad, hipótesis y si algunos biólogos admiten lo expuesto, otros afirman cosas distintas: Vernow dice que el protoplasma líquido está constituido por una mezcla de substancias químicas que son las que le caracterizan, debiendo rechazarse la idea de una disposición ordenada de sus elementos constitutivos. Esas substancias químicas, albúminas vivas, que Von Pflúger distingue de las nuestras, y que llama "biógenas", destruyéndose y reconstituyéndose en la nutrición, dan origen a todas las energías de la vida.
En la edad moderna Bacon, Gasendi, Buffon, Youfíroy, Ahreus, Peisse, Barthelemy Saínt-Hilaire, Leveque, Bonchut, Garran, Laisset, Ubaghs, Gunter, Baitzer y, de un modo especial, la Facultad de Medicina de Montpellier, y particularmente el célebre Barthez, decano de la misma, siguieron las doctrinas de Hipócrates y sostuvieron que además del alma, existe en el hombre cierto principio vital, distinto de ésta, y a la vez, de la materia con cuyo principio se producen las operaciones de la vida sensitiva y vegetativa.
En el estado actual de nuestros conocimientos, dijo Barthez, los diversos movimientos que se verifican en el cuerpo vivo, deben referirse a dos principios diferente" cuya acción no es mecánica, y cuya naturaleza está oculta; uno de ellos es el alma que piensa, y el otro es el principio de vida.
Claudio Bernard dice: "el plasma es una especie de caos vital, que todavía no ha sido modelado, y en el cual está todo confundido, facultad de desorganizarse y de organizarse; por interés facultad de reaccionar, de moverse.
En total referente a este asunto, la ciencia está dividida en dos escuelas principales: organicista y vitalista.
Para los organicistas, como dice muy bien Farré, la simple sospecha de que el protoplasma resultase amorfo y por lo tanto, de que la explicación mecánica organicista de la vida se viera derrotada en sus más firmes baluartes, ha sido causa de que muchos investigadores, que sienten horror a la fuerza organigénica, alimenten la quimérica esperanza de encontrar en la composición química del protoplasma, la causa primordial de la vida siendo, en tal caso, la estructura una simple derivación.
Pero demos de barato que la química y la Biología lleguen a comprobar que en el componente del protoplasma reside la actividad y de ahí se deriven todas las demás manifestaciones de la vida orgánica, ¿nos daría con aquello la clave de los antecedentes que presidieron a la formación del mismo? Un sabio conocido, el cual me merece profundo respeto, en su Biología nos da la siguiente ley mecánica.
Los átomos en el éter compárense a esferas de madera de diferentes tamaños sumergiéndose en un líquido.
Las más grandes forman al hundirse un torbellino que atrae a las más pequeñas, de la misma manera que un barco al sumergirse atrae los botes que se encuentran próximos.
Los átomos químicos que componen el protoplasma, se precipitan unos sobre otros en virtud de esa formación de rampas etéreas, que son las que pueden compararse con las vorágines líquidas de que acabamos de hablar; Pero ¿nos satisface esa definición de los biólogos organicístas? Yo digo, No. Lo que es en sí la vida, es hasta hoy una hipótesis y al lado de la hipótesis biológica, que la vida es el cambio entre los elementos del organismo y el medio ambiente o los procesos químicos y fisiológicos en el protoplasma los ocultistas sostenemos que la vida es la esencia íntima y la causa de ese cambio señalado o de ese proceso químico o físico.
Pero estas son dos hipótesis. Analicemos cuál tiene más valor o más razón de ser.
Eliphas Levi nos dice: "hay varias clases de hipótesis: la hipótesis necesaria, la hipótesis razonable, la dudosa y la absurda". Para que mis queridos oyentes me puedan comprender les pondré un ejemplo gráfico:
Me escucháis esta conferencia y decís que yo la he escrito: esto es una hipótesis razonable; después, de deducirla podréis criticarla, estudiarla; podréis decir que me he inspirado en tal o cual obra, que los datos los he copiado de tal o cual autor, o que ya lo dijo Papus, etc., etc., todo aquello es una consecuencia lógica de una hipótesis razonable; pero también podréis decir que no he sido yo, sino otra persona, quien lo escribió; pero por de pronto no tenéis razón puesto que no es la primera vez que hablo, y muchas veces improvisado, y hacéis una hipótesis dudosa, y suponiendo el caso, puesto que es posible que tras de mí se oculte un secretario incógnito, falto de fuerza moral para presentarse personalmente, o un maestro astral, siempre debéis convenir que alguien, ya sea yo u otro, la haya hecho, ¿verdad? Eso es una hipótesis necesaria, forzosa; pero sí os antoja decir que este papel y esta tinta es la conferencia, o también, que estas ideas combinadas se unieron solas, o que todo esto me cayó del cielo, hacéis la misma hipótesis absurda como los biólogos que dicen que el protoplasma (tinta y papel) es la vida.
Y tan natural y tan lógica como se nos impone la hipótesis que alguien escribió esto, es la de los ocultistas: suponer y tratar de analizar una fuerza, que anima y dirige la composición y el funcionamiento del protoplasma.
Ahora, admitiendo la ley mecánica del Profesor aludido y sabiendo que toda ley mecánica no rige sino una manifestación de la fuerza cósmica, y al decir fuerza, cósmica se dice energía, y esta energía, es la onda divina que podréis llamar Dios o lo dios, el problema del protoplasma quedaría resuelto en estos términos. Algunos átomos de oxígeno, hidrógeno, carbono, ázoe, silicio, calcio, fueron conglomerados a impulsos de esa onda divina u onda de vida, como dice Papus, o como lo diré yo más adelante, la fuerza íntra-iónica, al actuar en el plano físico, y entonces formuláis la misma hipótesis razonable de los que suponen que alguien, o algo, hizo la conferencia.
Al tratar de Hatha-Yoga, debemos analizar el principio siguiente o Prana, que definí como cuerpo magnético, ánima vegetativa, la que según nuestra escuela, mueve el cuerpo físico y anima o dirige los procesos químicos y fisiológicos; pues bien, para poder profundizar ese principio debemos repetir algo respecto al Átomo, que ya vimos que se compone de Iones y descomponibles en Asniones y Cateónos; estos Iones están unidos entre sí por una fuerza que llamamos cohesión.
Faraday, el célebre físico inglés, nos dice:”Jamás los átomos se tocan; cada uno de ellos es el centro de una molécula etérea y en relación de sus tamaños están separados unos de otros como distan entre sí las estrellas del firmamento”. Igual sucede entre los Iones, de manera que ya no sólo se puede hablar de fuerza interatómica, sino de fuerza o energía intra-iónica; de suerte que para nosotros la fuerza de cohesión y repulsión o más bien, al equilibrio que resulta de ese fenómeno, llamamos energía intra-iónica y con este término, si no definimos la vida misma, por lo menos, la manifestación más íntima a que se podrá llegar.
Pero atengámonos aún al átomo. Cuando por medio del cálculo matemático se investiga la fuerza interatómica, se encuentra que cada átomo es un receptor o acumulador enorme de esas fuerzas o energías.
Si por algún medio físico o químico pudiéramos disociar la cohesión, sólo de algunos átomos, se pondría en libertad una cantidad de fuerzas tales, que conmoverían los continentes, y hasta el planeta.
En pequeño, las experiencias que se hacen con las materias explosivas nos dan una idea de esto. La piroxilina, uno de los explosivos más débiles que se conocen, al transformarse por la combustión pasando del estado sólido al gaseoso, aumenta 500 veces su volumen, desarrollando una fuerza de expansión proporcional al cuadrado de dicho aumento, y es de hacerse notar que en estos experimentos no se ha desasociado ni un sólo átomo; podemos decir que es un experimento microscópico en comparación de la fuerza que se obtendría si pudiéramos poner en libertad la energía interatómica.
Estos estudios sobre el átomo se han enriquecido por las observaciones del Dr. Spring, de Lieja.
Ese profesor, preparando una dilución de 0,0023 gramos de Fluorescina en 230 gramos de agua y observando que a la luz diurna aun existía una notable fosforecencia, siguió aumentando la dilución hasta 0,000.000.000.000.000.000, 003gr. y con aquello desapareció la hidrógeno, tenemos que el peso de un electrón positivo es de 0,000.000.000.000.000, 000,018, o sean 1,000 millones de millón de millones de electrones negativos hacen un gramo.
Hasta ahí llega el cálculo de Spring, que probablemente dista aún mucho de la verdad. Ahora, ese átomo es compuesto de un electrón positivo y de un negativo, que es un millón de veces más pequeño aún; es fácil imaginar cuántas fuerzas inhalamos con cada respiración, y en este fenómeno de respiración vamos a buscar el secreto de la vida.
Pues bien, hemos visto que en último término, estos electrones son los torbellinos de fuerza que obran sobre la materia visible; estas fuerzas son las que crean, animan y dirigen el Macrocosmos o universo, y en su rol en nuestro organismo o Microcosmos los denominan los hindúes, Prana y a las primeras, Jíva. Nosotros ya las hemos estudiado en relación con los fenómenos psíquicos, fuerza psíquica; con el cosmos, fuerza cósmica, y en el cuerpo humano las conocemos como fuerza física; también hemos dicho que la ciencia llegará a comprobar que calor, luz, electricidad, pensamiento, voluntad, no son sino una misma cosa, que viene a ser las vibraciones del éter, igualmente no debemos creer que fuerza psíquica, cósmica, o física sean cosas distintas: no son sino diferentes nombres de una misma cosa, que señalamos diferentemente según el medio del plano donde actúan o según la relación en que la estudiamos.
Al hablar del segundo principio del septenario de Bessant hemos citado a Paracelso que define esa substancia etérea, astral, compuesta de éter emanado del Sol y de los astros, que llama fuerza sideral, y los ocultistas Jiva, y al actuar en nuestro cuerpo, Prana; de manera que el problema de la vida sería en primer lugar, atraer por medio de la respiración todo lo que se puede de Jiva y convertirlo en Prana; esta primera forma se sutiliza en nosotros formando el cuerpo vital.
Los sabios antiguos reconocían al astro rey, cuando todas las mañanas sentían bañar nuestro hemisferio con sus torrentes de luz y vida, como la personificación de un enorme magnetizador universal, lo mismo que Flammarión en su obra "El fin del mundo" dice: “La vida sobre la tierra depende de los rayos solares; más, es sólo una transformación del calor del Sol”.
Este astro mantiene el agua en estado líquido y el aire en estado gaseoso; sin él todo sería sólido y muerto, él vaporiza el agua del mar, de los lagos, de los ríos, de la tierra húmeda; él es quien forma la nube, da nacimiento a los vientos, dirige las lluvias, rige la fecundidad circulatoria de los regadíos; es, gracias a esa luz y a su calor, que las plantas asimilan el carbono contenido en el ácido carbónico del aire para separar el oxígeno y retenerlo; las plantas, con eso, efectúan un inmenso trabajo.
La frescura de los bosques, en combinación con la sombra de sus hojas, que cada una forma un receptáculo de calor, nos da como producto la leña que calienta nuestras habitaciones, y entonces no hace otra cosa que volvernos ese calor que ha acaparado del Sol: cuando quemamos gas o carbón mineral, damos libertad a los rayos aprisionados durante millones de años, en los bosques de la época o período primario.
La misma electricidad es sólo una transformación de la fuerza solar. El sol es el origen de todo; es él quien murmura en el riachuelo, sopla en el viento, quien gime en la tempestad, quien florece en la rosa, y canta en el ruiseñor; él alumbra o chispea en el rayo, quien produce la tempestad y en fin, pues es el origen del hombre y de los pueblos, cantando en toda la sinfonía de la Naturaleza.
Y nuestro incomparable poeta en su Fausto, que encierra la clave de los altos misterios, pero que sólo los iniciados descubren, al referirse al Sol dice:
Suena en añejo ritmo su armonía
en la celeste esfera el sol sereno,
y exacto sigue la prescrita vía
con los potentes ímpetus del trueno.
Al ángel da vigor su llamarada
aunque no puede penetrar en ella:
como al salir sonriente de la nada,
es la obra de Dios aún sublime y bella.
Y la tierra, explendente de hermosura
con rapidez inconcebible gira,
y la luz del Edén pronto en obscura
noche trocada, apágase y expira.
Y en su lecho de rocas espumante
revuelve el hondo mar sus aguas locas,
y en el eterno círculo incesante
rodando van al par aguas y rocas.
Del mar la tempestad corre a la tierra
y de la tierra al mar vuelve rugiendo;
y en órbita fatal al mundo encierra
con fiero afán y encadenado estruendo.
Luto y desolación artera
anuncian al rayo en predicción sombría;
mas tu fiel mensajero, oh Dios, adora
la dulce marcha de tu hermoso día.


¿Quién no está de acuerdo en atribuir al sol toda la paternidad de la tierra y todo lo que existe en ella?, de ahí que algunos pueblos, como los Incas del Perú, llevaran su fanatismo, muy justificado, hasta saludarlo con oraciones y adorarlo como la primordial manifestación a Dios.
Sí, señores, al sol paga tributo desde la nieve de la montaña, hasta el metal que se esconde en las entrañas de la tierra; desde la gran ballena hasta el pequeño pólipo de los mares; desde el humilde musgo hasta el frondoso roble que adorna la vegetación, y desde el gran elefante hasta la más pequeña hormiga sobre la tierra;
Porque el sol es el centro alrededor del cual giran los planetas y los seres animados: el sol es la vida, es el regenerador de cuanto existe!
Si admitimos la vida universal y si concebimos, dada esa armonía tan maravillosa, una conciencia universal, ¿por qué hemos de negar que ella, al manifestarse en los seres animándonos a llamarla conciencia vital consciente, es capaz, ya que nos dirige, de curarnos de nuestras enfermedades?
Si admitimos con los antiguos un septenario en cuya cima impera Atina, que es la partícula divina que existe en nosotros, alrededor de la cual giran los procesos químicos, fisiológicos y cósmicos y que irradia todo, debemos esperar, como dice el colega Carbonel, que el día que la ciencia conozca todas las propiedades de la luz solar, no nos dirá ya empíricamente que la vida sea una producción particular de cada organismo, ni tampoco que es una propiedad intrínseca de la célula orgánica, sino que tendrá que aceptar forzosamente que la luz es viviente y que, en suma, la influencia solar y la fuerza vital son términos perfectamente convertibles.
Se ha repetido en varias ocasiones que el libro más interesante, a veces difícil de leer, pero que otras veces nos habla con una claridad silábica, es el libro magno de la Naturaleza: observémoslo en su página referente al microcosmos o cuerpo humano.
Un enfermo abandonado, allí en el campo, sin recursos-médicos, como están los felices anímales, sana de una enfermedad por sí solo; ¿quién lo sanó? La naturaleza del mismo o la fuerza vital consciente, curativa y propia del organismo.
Andando por la calle se nos introduce un cuerpo extraño a la nariz e irrita la mucosa; instantáneamente sobreviene un estornudo y lo expulsa.
Un pedacito de carbón se nos introduce en el OJO; inmediatamente la glándula lagrimal inunda el OJO para lavar y arrojar hacia afuera el cuerpo extraño que lo molesta. Una astilla introducida en un dedo es arrojada por el pus.
Un niño que fuma por primera vez recibe su castigo en forma de vómitos y de mareo, pues el estómago al recibir la nicotina no la tolera y trata de arrojarla.
Balas recibidas en el campo de batalla, que por medio de operaciones quirúrgicas no pudieron ser extraídas, se han encontrado, después de muchos años, envueltas por una cápsula de tejidos fibrosos encarceladas, completamente inofensivas; pero donde llega nuestro asombro a su colmo y donde vemos con una claridad patente la fuerza y reacción vital, es en la obra de la fagocitosis, nombre con que señalamos la propiedad que tienen los glóbulos blancos, de destruir un gran número de microbios, como son los estreptococus aurios y albus y una enorme diversidad de gérmenes nocivos. Aquellos seres parecen conscientes, pues como un ejército al toque de ataque se lanzan a una batalla encarnizada, como impulsadas por un grito: vencer o morir; y resultan vencedores o vencidos, según el poder vital o quimio-táxico de la célula.
Leed, señores, las nociones Anatomo-fisiológicas de mi ínclito amigo, el Doctor Juan N. Arriaga, para ver qué ciudad tan maravillosa es el cuerpo humano; esa correlación tan sublime y admirable que nos pudiera servir de ejemplo para fomentar la solidaridad universal: órganos lesionados o inutilizados son ayudados por otros de iguales o semejantes funciones: el pulmón que está encargado de introducir el oxígeno en la sangre y de expeler el ácido carbónico y el nitrógeno, cuando por cualquiera causa la sangre no recibe ese elemento de materiales azoados por las vías digestivas, el pulmón se lo proporciona.
Un riñón en sus trabajos es reemplazado por otro; en fin el organismo busca todos los medios apropiados de defensa y de reacción curativa. Ese hecho se observa en todos los seres animados y si los animales están provistos de ese medio, cuánto más lo debe estar el hombre, como lo impone su privilegio; pero ¿resulta predilecto? No, desgraciadamente.
Si por riguroso ascenso en la escala zoológica buscamos la proporción que existe en la duración de la vida y la edad en que llega a su mayor desarrollo, encontramos que esta relación es como de 1 á 10, por ejemplo:
El gato llega a su mayor desarrollo al año y vive 15; el caballo a los 4 y vive 30; la oveja a los 2 y vive 20; el loro a los 2 y vive más de 100 años; de manera que los animales viven 10 veces más que el tiempo que han necesitado para su desarrollo. Deduciendo conforme a estos antecedentes, el hombre, rey de la creación o animal intelectual, debiera vivir 200 años, pues su perfeccionamiento lo adquiere a la edad de 20.
Hipócrates vivió 109 años, José Surrigton, como cita Ballestero, que murió en Bergen en el año 1798 a la edad de 160 años, lleno de vigor mental y físico, dejando una serie de hijos de los cuales el mayor, vivo, tenía 103 y el menor 9 años. El inglés Are vivió 152; una francesa, María Piou, que falleció en 1837, alcanzó 158 años; Cristian Graukeuber 146. Hace pocos años murió el químico francés Crevreul a los 103 años con sus facultades intelectuales y físicas completamente buenas.
En la iglesia de Caír, condado de Glasgow, hay una lápida que dice: "Aquí yacen los restos de Guillermo Edwars, natural de Cair, que falleció a la edad de 168 años". Mi paisano, el alemán Tomás Cams, vivió a la edad de 207 años, y en el convento peruano conocí a un lego de 110 años y está como si tuviera 80.
El sabio Heler recogió datos de más de 1,000 personas que pasaron de 110 años, de los cuales 29 murieron a los 120; 19 a los 130; 6 a los 140 y algunos entre 140 y 150; además el diario "El Imparcial", hace algunos días, nos dio cuenta de un hombre que vive en uno de los Estados del Norte y que llega a los 139 años.
¿Por ventura las leyes de la naturaleza, que precedieron a la longevidad de esas personas, no pueden repetirse, y sí estudiamos las manifestaciones de la vida en su estado más íntimo y metodizamos las reglas que en el caso se imponen, no pueden generalizarse?
Seguramente que sí.

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